24 de mayo de 2010

Ni superficial, ni tonto

Por Jorge Pajares


Desde su aparición el marketing ha sabido identificar oportunidades de negocio y así  impulsar el crecimiento de nuevas empresas. Dichas oportunidades surgen al detectar necesidades insatisfechas de un sector cualquiera de la población. Pero, ¿realmente necesitamos algo?

Es común estigmatizar al marketing como una disciplina que inventa “necesidades” y que, por tanto, ofrece servicios y productos de una utilidad ficticia que únicamente aumentan nuestra dependencia de las cosas materiales. Es cierto que vivimos en una sociedad materialista que procura cada vez mayor comodidad y confort; sin embargo, si nos remitimos a la historia humana, siempre fuimos así.

Según Daniel Miller, antropólogo inglés especialista en temas de consumo masivo, a lo largo de la historia, los seres humanos siempre se han relacionado a través de cosas materiales. Estos objetos representan de algún modo valores y características que queremos hacer nuestros, pero contrario a lo que se cree, esto no significa un desdeño hacia lo espiritual sino un intento del hombre por manifestar su naturaleza frente a otra persona. Muchas veces lo exterior y material puede conducirnos a lo fundamental y esencial. Como ejemplo recordemos a la cultura Mochica, que investía a sus jefes con objetos de oro para representar la excelencia e inmortalidad de su gobierno.

Lejos de crear necesidades ficticias, el marketing ha sabido responder a esta propensión humana con productos que, más allá de su utilidad práctica, representan aspectos determinados que una persona quiere exteriorizar.


En la actualidad, las marcas son el enemigo principal de las personas que ven al marketing como el culpable de la actividad consumista-materialista. Sin embargo, las marcas únicamente intentan reflejar valores e ideas que una persona quiere para sí. No hay una maldad intrínseca en esto. Tampoco significa que las empresas lucren a expensas de nuestras carencias emocionales. Es solo una muestra del progreso humano: la habilidad de las economías modernas para responder a la necesidad real que tiene  el hombre por expresarse y manifestarse.



Por Jorge Pajares

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